En los últimos años la Salud Mental se ha convertido en una cuestión fundamental a abordar, y más especialmente tras la pandemia, cambiando por completo las vidas de las personas, con las consecuencias que ello ha tenido para el bienestar psíquico.
Diversos estudios sitúan el inicio de los trastornos mentales en torno a los 12-18, sin producirse un diagnóstico precoz de estos debido al estigma social que suponen, disminuyendo así la búsqueda de ayuda.
Es por esto que es fundamental realizar un trabajo de prevención con la población, y especialmente con la infantojuvenil, que tantas necesidades presentan.
Según Casañas y Lalucat (2019), existen tres tipos de prevención:
1. Prevención Universal: Esta va dirigida a la población en general sin identificar ningún riesgo específico
2. Prevención Selectiva: se dirige a un grupo de población o personas que tienen un riesgo mayor de padecer algún tipo de Trastorno Mental.
3. Prevención Indicada: Dirigida a personas identificadxs por presentar el inicio de un Trastorno Mental o factores de riesgo para padecer uno, pero que no reúnen los requisitos clínicos exigidos para diagnosticar uno.
Cómo ya hemos visto, la salud mental es un aspecto que ha de ser prioridad de todos. Vivimos expuestxs a niveles de estrés en aumento que requiere un aprendizaje en su manejo y que nos permita seguir funcionando correctamente.
Por ello, es imprescindible llevar a cabo un trabajo de prevención y promoción de la Salud mental, que no solo se enfoque en el aspecto farmacológico, sino también en el apoyo psicosocial, que es fundamental para manejar de forma adecuada los trastornos mentales. De esta manera, al enfocarnos en la prevención se puede ayudar a que en un futuro disminuyan notablemente los casos y sus consecuencias, mejorando así la calidad de vida para todxs.